La dictadura de la belleza y el “feeling”

La dictadura de la belleza y el feeling

¿Qué es la belleza humana? ¿ Siempre nos hemos guiado por los mismos cánones? ¿Por qué, en términos generales, nos cuesta saber envejecer? ¿Por qué a las personas con belleza se les abren más puertas? ¿Por qué un bebé que es bonito recibe más atenciones que otro que no lo es tanto? ¿Por qué hay tantas personas que no se sienten a gusto con sus cuerpos? ¿Por qué los trastornos alimentarios afectan cada vez a más personas?

¿Nos hemos parado a pensar qué hace que estemos programados para no acabar de aprobar nuestro aspecto físico? Sí, seguramente la publicidad sea la principal responsable, por el hecho de ofrecernos aquello que queremos consumir. Pero claro, la publicidad persigue, en términos económicos, precisamente esto: mostrar lo que se supone que la gente quiere ver... Visto así, parece que estemos en una especie de círculo vicioso del que no se puede salir… Pero, una vez más, la respuesta la tiene la sobrecargada e infravalorada educación. Debemos educar a nuestros menores y reeducar a los mayores para que tengamos una visión crítica sobre todo el material audiovisual que consumimos y, poco a poco, ir ensanchando la visión tan estrecha que a menudo tenemos sobre qué es la belleza humana. 

La belleza humana deber ir más allá de unas medidas, unos rasgos, una altura i un peso, de una franja de edad, del color de la piel, el pelo o los ojos… La belleza es y debe ser vista como un conjunto. Porque la belleza física es efímera pero la belleza en mayúsculas, la que valora a la persona en su globalidad, no solo no desaparece sino que puede crecer con el tiempo. La experiencia nos hace más sabios y la sabiduría también es belleza. Y no existe conexión más fuerte que la que se sustenta en elementos que no són perecederos, aspectos que no se ven a simple vista y que conforman todo aquello que una persona realmente es.

A menudo caemos en el error de reducir el “feeling” a la belleza meramente física y, automáticamente, nos acercamos a personas que o bien nos pueden rechazar o bien pueden tener poco a ofrecernos e, incluso, pueden no despertarnos esta conexión afectivo sexual, de fórmula desconocida. Del mismo modo, nos alejan de personas con las cuales podríamos establecer una conexión mucho más profunda, solo porque algún elemento físico no se adapta a nuestras expectativas, a menudo basadas en prejuicios sociales: el hombre debe ser más alto que la mujer, la mujer debe ser más joven, el hombre debe ser fuerte, la mujer femenina, algún quilo de más no es bienvenido, los calvos mejor que no… 

Entonces, ¿Cómo podremos escapar de esta dictadura de la belleza y abrirnos a conectar con la belleza real de las personas, que a menudo es la que no sé ve a simple vista? Hemos intentado resumirlo así: 

1) Aceptarnos y amarnos a nosotros mismos por lo que somos en conjunto, por fuera y por dentro. Poner de relieve aquello que nos guste de nosotros mismos y relativizar lo que no nos guste tanto. Este punto no está reñido con cuidarnos para sentirnos mejor con nosotros mismos, evidentemente.

2) Revisar qué entendemos por belleza. Unos ojos bonitos no siempre deben ser grandes, pueden ser pequeños y expresivos; unos labios sensuales no siempre deben ser carnosos, pueden ser pequeños y dulces; unas manos atractivas no siempre deben ser grandes y estilizadas, pueden ser pequeñas y suaves… 

3) Ser realistas y rebajar expectativas. El modelo o la modelo del cartel publicitario no es una opción. Pretender que las arrugas no hagan acto de presencia a partir de cierta edad, rechazar sistemáticamente las canas y las calvicies, tampoco… No confundamos esta rebaja de expectativas con estar con alguien que no nos resulte atractivo. Tiene que ver con encontrar atractivo a alguien porque nos hemos abierto a descubrirle en su globalidad y al margen de los prejuicios que podamos tener. 

4) Valorar a las personas en función de cómo nos sintamos con ellas. La conexión o feeling raramente aparece a primera vista. Debemos acercarnos, olernos, tocarnos, sentirnos…

5) Dedicar tiempo y esfuerzo para establecer el vínculo. Toda relación requiere de la formación de un vínculo y este no se crea ni de manera immediat ni sin una dedicación. Este “esfuerzo” no tiene que ver con obligarse, sino con abrirse al otro. Tiene que ver con dar lo mejor de uno mismo, con escuchar,  interesarse por la otra persona, compartir... Y todo esto supone abrirse a comunicarse, parte imprescindible de les relaciones humanas que hoy en día estamos sacrificando a base de Whatsapps y emoticonas... Pero este ya sería otro tema...


Para terminar, queremos invitarte a conocer nuestro método. Consta de cinco sencillos pasos que encontrarás aquí

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